La Nación Ons Jabeur, la “Ministra de la Felicidad” que sólo pide un mundo más humano
15/01/2025
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En Túnez, su país, la llaman “Wazeerat Al Sa’ada” (Ministra de la Felicidad). Pero Ons Jabeur, primera finalista árabe y africana de Wimbledon, también es Embajadora del Programa Mundial de Alimentos (PMA), un programa de las Naciones Unidas creado en 1961 y presente en más de 120 países, y que en 2023 distribuyó comida a más de cien millones de personas. Cuando hace un año aceptó el cargo, Jabeur, que fue número 2 del mundo, afirmó que usaría su plataforma. Se comprometió a recordar que más de 700 millones de personas sufren hambre en el mundo. La mitad de ellas, hambre extrema. Y se comprometió también a colaborar con la emergencia actual: Gaza, un drama incómodo y omitido para buena parte del mundo.Horas antes de debutar el martes en el Abierto de tenis de Australia, primer Grand Slam del año, Jabeur corrió a un costado al “Ministerio de la Felicidad” y recordó entonces que casi la mitad de la población de Palestina padece hambre. Que ahora es invierno en Gaza y los bebés también mueren de frío. Y que también mueren niños en Ucrania y en otros países. “¿Cómo podemos vivir en un mundo así?”. ¿Qué sentido tiene jugar al tenis si muere gente inocente?”. Al día siguiente, le ganó a la ucraniana Anhelina Kalinina 6-3, 6-3. Pasada la medianoche de hoy enfrentará a la colombiana Camila Osorio. Su objetivo es olvidar las lesiones que la retrasaron al puesto 40 y recuperar el tenis versátil que la convirtió en subcampeona de Wimbledon en 2022 y 2023 y del US Open en 2022.Su buena onda le valió ese apodo de “ministra de la felicidad”. Pero ya en noviembre de 2023, Jabeur lloró dentro de una cancha. Debía ser un momento de alegría. Acababa de conquistar el torneo de la WTA en Cancún, México. Y de “vengarse” de la checa Marketa Vondrousova, su “verdugo” en la final de ese año en Wimbledon. La derrota “más dolorosa” de su carrera, tras la cual lloró profundo, porque además “desvaneció la idea de tener un bebé” con su compatriota Karim Kammoun, su preparador físico.Pero, cuando en la entrevista de rutina apenas después del triunfo en Cancún le preguntaron sobre la “felicidad”, Jabeur, la ministra, comenzó a llorar. Dijo que había visto videos de lo que estaba sucediendo en Gaza. Un mes antes, el 7 de octubre de 2022, el grupo terrorista Hamas mató a más de 1200 israelíes y secuestró a otros 250. Israel inició una represalia que suma más de 45.000 muertes, destrucción y hambre, y que llevó a la Corte Penal Internacional (CPI) de La Haya a pedir el arresto del primer ministro Benjamin Netanyahu por crímenes de guerra y lesa humanidad.“Es muy duro ver niños y bebés morir todos los días”, dijo Jabeur en Cancún. “Lo siento, no es un mensaje político, es solo humanidad”. Dijo que la noche previa no había podido dormir tras ver mensajes y videos “horribles”. Y decidió donar parte de su premio a los palestinos. Tres meses después asumió su rol de embajadora.Y esta semana, en el primer gran escenario del año, le recordó al mundo que el drama, no obstante rumores últimos de un acuerdo de paz, sigue igual. Solo una semana atrás, Jabeur se enteró que un convoy de la organización humanitaria de la cual es embajadora fue atacado con quince balazos por el Ejército israelí, pese a que tenía todas las autorizaciones necesarias para distribuir alimentos. Y unos días antes la tenista había leído en la página de PAM el informe de fin de año de Jonathan Dumont. “Gaza, del tamaño de Detroit, es hoy una montaña de escombros”. Dumont cuenta que estuvo en Haití, Sudán y otros lugares devastados, pero que Gaza es otra cosa. Las olas serenas de un lado y la destrucción del otro. Y con una “particularidad”: su población está atrapada. Más del noventa por ciento de los sobrevivientes bajo inseguridad alimentaria. Y más de 300.000 personas bajo amenaza inminente de “hambruna catastrófica”. Jauber dijo “Gaza” y en las redes muchos le respondieron con el atajo recurrente: “antisemita”.Adorada en Túnez, donde donó dinero para escuelas y hospitales, Jauber, condecorada por el gobierno autoritario de Kais Saied, cuestionó meses atrás la expulsión forzosa de tunecinos negros y de migrantes. Se declaró “mujer orgullosa, tunecina, árabe y africana” y celebró “el derecho de todos a vivir con dignidad”. El tuit aludía además al “Día de Africa”, un sello postal enlazando una mano negra con otra blanca. Jauber escucha a Balti, célebre rapero tunecino con letras sociales, como “Clandestino”, donde un inmigrante en París está “caminando sin GPS” y “asustado del CRS” (la fuerza de seguridad de la policía francesa). “En mi pequeño y abrumado corazón nos encanta volar”, canta también Balti en “Ya Lili”, su canción más exitosa.Jauber aclara que ser “Ministra de la Felicidad” no implica estar feliz las veinticuatro horas del día. Contó que su objetivo es recordar por qué comenzó a amar el tenis de niña gracias a su madre Samira, en la pequeña ciudad costera de Ksar Hellal. Es la clave, dice Jauber, para recuperar la cancha de tenis como su espacio de felicidad. Y sin olvidar que afuera de la cancha, hay un mundo que sufre hambre.
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